No tenemos Wifi

Acabo de llegar a mi piso después de un fin de semana no apto para cardiacos. Las fiestas del jueves y el viernes, con la sorprendente presencia de Emilio, concluyeron el sábado con otra noche de locura y desenfreno. Fue una fiesta de esas las que al día siguiente prometes a los cuatro vientos no volver a repetir. Promesa que cumples hasta que llega el jueves. Lo cierto es que tengo un vago recuerdo de lo que hice. El dolor de barriga, el color rojizo de mis ojos y los fuertes golpes que sentía en mi cabeza tras despertarme me han hecho deducir que anoche ingerí grandes cantidades de alcohol. Se habran percatado de ello el resto de viajeros que me acompañaban en el vagón de tren. Tocaba volver al piso.

La vuelta a la rutina estudiantil se ha caracterizado siempre por los viajes en tren. Vagones llenos, maletas a rebosar, jóvenes sentados en las escaleras, unos repasando los para el examen del día siguiente, otros comentando las aventuras del fin de semana.... Y ahí estaba yo. Inmerso en una resaca que parecía no tener fin, el mp3 me aislaba de todo ese bullicio de gente. Por suerte Emilio no había pasado por mi casa como de costumbre, lo que me libraba de sus insoportables discursos. El viaje ha durado más de lo habitual, posiblemente por la resaca que me acompañaba desde mi comida-desayuno de las cuatro de la tarde.

Parece mentira que diga yo esto, pero lo mejor del fin de semana ha sido volver al piso y ponerme el pijama. Mañana vuelvo a clase pero mi cansancio es tal que no descarto hacer novillos y descansar que por la tarde tengo partido de fútbol. Por cierto, son casi las once de la noche y Emilio aún no ha llegado. Es extraño. Hoy es domingo, los clubes de lectura y cine están cerrados y no creo que esté en la biblioteca, es muy pronto para ponerse a estudiar. Bueno, yo me voy a dormir. Ah!, lo he decidido. Esta semana iré a clase. Ya os contaré.