Castillos en la playa (recuerdos del trabajo inútil)

viernes, 21 de noviembre de 2008 - - 0 Comments


A todos nos fastidia hacer algo que luego no sirve para nada. Trabajo innecesario lo llaman (trabajo tonto diría yo), y algunas personas ven él la prueba del sacrificio y la entrega, de la voluntad... Mentira, todo mentira. ¿Sacrificarte para nada? ¿Entregarte a algo que luego a nadie servirá? ¿Pero es que estamos locos? Se os hará raro escucharme decir estas cosas, pero esta semana algo me ha tocado la "fibra sensible". Y estoy cabreado, indignado, y muchos más -ados e -idos que ahora no escribiré.


Os preguntaréis por qué... POR LOS ORDENADORES. Estuve durante tres días haciendo un trabajo bastante costoso, de esos de dormir poco. Cuando llegó el momento de la verdad, de los últimos retoques y la impresión, me di cuenta de que lo había perdido. Bien es cierto que el error es fundamentalmente mío (borrar y guardar después el texto), pero también lo es que esas cosas sólo pasan con nuestros queridos ordenadores (y especialmente con el "eficiente" y "fiable" Windows).


Cuando me ocurrió, tuve aquella sensación que sólo experimentamos de niños. Es aquella del castillo que haces con mucho esmero en la arena de la playa, sin apenas adivinar que cualquier ola puede romperlo. Cuando lo has terminado y llamas orgulloso a tus primos mayores... BUM!!! Una ola, que a ti te parece un auténtico tsunami (pero que no levanta más de treinta centímetros), destroza implacable lo que con tanta dedicación has hecho.


Espero tener más suerte la próxima vez, y no sufrir pérdidas de este calibre, o no ganaré para disgustos. Se me olvidaba decir que hay una clase de personas que nunca padecen este mal del trabajo inútil: son aquellos que nunca hacen nada. Yo conozco a uno así, que vive conmigo... ¿Hace falta que os diga quién es? Empieza por jota...


Emilio

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